
El descuido y desparpajo con el que, en recientes fechas, un diputado de Nuevo León trató de construir una historia de lucha, esfuerzo y mérito alrededor de su experiencia de vida rodeada de facilidades, permitió que se arrojara luz directa sobre uno de los temas que desde hace algunas semanas he venido señalando en esta columna: que no vivimos, ni de cerca, en sociedades meritocráticas, y que nuestras realidades todavía dependen en gran medida de nuestros contextos e historias particulares.
Con sus salvedades, en nuestro querido México, lo más probable es que si nuestro progenitor es o fue albañil, nosotros también lo seamos; si fue maestro, que nos convirtamos en maestros y si fue un empresario que manejaba millones de dólares en la Bolsa de Valores, que también sigamos los mismos pasos (o algunos medianamente equivalentes). Así lo han sugerido sociólogos como Pierre Bourdieu y J.C. Passeron (2018), así como una importante cantidad de datos duros como aquellos que se derivan del Índice de Movilidad Social, que soporta, entre otras cosas, que en nuestro país, uno de cada dos mexicanos que nace en la pobreza, se queda en la pobreza toda su vida, y que por lo tanto el nivel socioeconómico del hogar donde se nace determina en buena medida el nivel futuro de la vida, independientemente del esfuerzo (Delajara et.al., 2018).
¿Usted podría creer que alguien como el citado diputado de Nuevo León, con esa cultura y con esa reducida sensibilidad social, podría haber llegado adonde lo ha hecho solo por sus capacidades propias? Por lo burdo y superficial de su tentativa, que ocasionó justo el efecto contrario de lo que pretendía, lo dudo. Pero, es necesario matizar esta visión para ampliarla y que resulte útil más allá de alimentar memes e inspirar reflexiones parcas como esta. La realidad es que con frecuencia estos actos sí funcionan y los aceptamos casi automáticamente. Abundan en nuestras sociedades aquellos que se manejan bajo la bandera del esfuerzo (mucho más en campañas políticas), y en realidad deben su éxito o posición casi por entero al entorno del cual provienen.
Prácticamente todos deseamos que nuestros logros se valoren más en función de nuestras capacidades y esfuerzos, y menos en función de nuestras facilidades y contextos, y lamentablemente eso nos hace susceptibles de aceptar sin mucho empacho dicha perspectiva en otros individuos; pero ni los ricos son ricos solo por sus capacidades, ni los pobres son pobres porque no trabajen o no deseen ser ricos.
El caso del citado diputado es relevante pues, no solo porque deja en ridículo a este personaje que aspira a la candidatura a gobernador de su estado, lo que resulta positivo a sabiendas de la poca sensibilidad y percepción que tiene sobre la realidad del país, sino también, y principalmente, porque refleja y pone en la mira de muchos una idea que se debe combatir, ahora más que nunca.
Un pensamiento que lastimosamente se encuentra encallado en la mente de una gran cantidad de personas; no solo de aquellos, como el diputado, que pertenecen a las clases altas, sino también de individuos de clases medias y bajas que, a menudo sin quererlo, legitiman y aceptan las extremas diferencias sociales como precio pagado por la necesidad de sentir que sus logros personales son también solo propios. Este pensamiento se encuentra paradójica y sorpresivamente implícito en una frase que es bastante importante y simbólica para los zacatecanos: Labor Vincit Omnia (el trabajo todo lo vence).
Y bueno, aunque se entiende completamente el sentido y la utilidad de pensar y fomentar esta idea, a fin de alentar la esperanza, construir una necesaria cultura de trabajo y combatir la apatía y depresión asociadas a los niveles de existencia más penosos, la verdad es que si nos atenemos a la realidad y deseamos ser más objetivos y menos románticos, habrá que aceptar que, al menos en estos momentos (y para la mayoría de los mexicanos), el trabajo NO todo lo vence. Reconocerlo bien puede ser el inicio de cambios que tiendan hacia el sentido opuesto.
Raúl Eduardo Rodríguez Márquez
Antropólogo con especialidad en arqueología, licenciado en derecho y maestro en humanidades.
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Referencias de apoyo
BOURDIEU, P. y Passeron, J.C. (2018). La reproducción. Argentina: Siglo Veintiuno Editores
DELAJARA, M.; De la Torre, R.; Díaz-Infante, E. y Vélez, R. (2018). El México del 2018. Movilidad social para el bienestar. México: Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY)