¿Es usted un zorro o un erizo?

Aunque no soy muy adepto a las explicaciones binarias, reconozco su utilidad como instrumentos pedagógicos. Las explicaciones con solo dos opciones tienden a convertirse en posturas extremas y simplistas, pero si las tomamos con precaución pueden ayudarnos a tener percepciones más claras sobre algunos temas.

Una explicación de este tipo (mi preferida), acerca de la dinámica de las sociedades humanas y del papel que jugamos los individuos en esta, se basa en la metáfora del zorro y el erizo, que se le atribuye originalmente al griego Arquíloco. En uno de los fragmentos conservados de la obra de este poeta, se puede leer lo siguiente: “Muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola y grande”. Isaiah Berlin, un importante politólogo del siglo pasado, se inspiró en esta frase para construir toda una teoría de la historia, centrada en el individuo y la personalidad.

Berlin sostenía que todos podíamos encuadrarnos, de acuerdo a nuestras disposiciones y creencias, en uno de estos dos cajones. Explicaba que la visión de aquellos con personalidad de erizo se asienta en todo caso en una gran y poderosa idea; a veces derivada de la fe, como en San Agustín o Santo Tomás, y a veces de la razón, como en el Marqués de Sade, Marx o Freud. Ideas como la gracia, el pecado, el deseo, las relaciones sociales de producción o el inconsciente, son para los erizos (en cada caso) aquello que brinda sentido al mundo y lo explica sin vacilaciones. De los zorros, por el contrario, decía que su visión era una asentada completamente en la duda. Como ejemplos de zorros, a lo largo de la historia, Berlin cita a Tolstoi y Maistre, cuyo genio, decía, era destructivo, porque solo podían decir con certeza lo que no es.

Disfrazado o explícito, apuntaba Berlin, en todo erizo hay un fanático, y en todo zorro, un escéptico. Sin embargo, para él ni la visión de zorro ni la de erizo son del todo enjuiciables, porque tanto unos como otros contribuyen al avance de las sociedades, desde una trinchera u otra. Por ejemplo, gracias a los erizos se han hecho descubrimientos, conquistas y revoluciones, porque se necesita una gran confianza y certeza para llegar a alcanzar estos logros. Gracias a los zorros se ha mejorado la calidad de vida de las sociedades, porque solo dudando acerca de nuestras ideas podemos vislumbrar la posibilidad de que otros tengan razón, potenciar nuestra empatía y mejorar nuestras herramientas para la convivencia pacífica. La tolerancia y la democracia fueron productos de los zorros; las religiones y los imperios, de los erizos.

Berlin señalaba además que hay campos en los que de manera natural han prevalecido los erizos, como en la política, donde las explicaciones totalizadoras, claras y coherentes son siempre más populares (si no me cree piense en la campaña de algún político exitoso); y otros, en los que los zorros han sido más numerosos, como en las artes y la literatura. Decía, asimismo, que en las ciencias eran más numerosos los erizos, porque una vez que los científicos encontraban su postura, esta se volvía una trinchera casi inamovible.

Berlin reconocía que por alguna misteriosa razón, sufrir y morir resultaba más fácil para los erizos, poseedores de una verdad universal, pero enaltecía la decisión de los zorros de renunciar a esa facilidad y preferir la sombra y el desorden, que se encontraban más en correspondencia con la realidad. A última cuenta, Berlin se reconoce a sí mismo como un zorro porque pensaba que era mucho mejor no fingir que se puede calcular lo incalculable y que era preferible estar consciente de que se comprende lo que sucede como en realidad se hace, a grandes rasgos. Es posible que así sea o no. Lo dejo a su consideración, no sin antes preguntarle ¿es usted un zorro o un erizo?