La irresponsabilidad ocasional de la fe

El pasado domingo al transitar en mi vehículo de Zacatecas a Villanueva, mi pueblo natal, observé la gran cantidad de peregrinos que transitan hacia el templo de San Judas Tadeo. Aquella imagen barroca y sorprendente me impulsó a pensar detenidamente acerca de un tema que es por demás sensible para muchas personas. No es mi intención herir susceptibilidades; sin embargo, creo que es útil reflexionar un poco en torno a esta situación.

Desde la antigüedad, los grupos humanos han recurrido a diversos modos para alcanzar estados psíquicos de trascendencia o conciencia alterada con el objetivo de acercarse un poco más a lo divino. Los rituales repetitivos y extenuantes, incluso ocasionalmente sazonados con el uso de drogas, han sido parte fundamental de las experiencias religiosas de un sinnúmero de pueblos desde siglos y milenios atrás.

Ejemplos de lo anterior son los bailes que se prolongan durante días de los Sioux de América del Norte, las largas horas de himnos y sermones de los Shakers de San Vicente, los cantos y contoneos de los Drviches de Turquía, los rituales de los Huicholes en su camino a Wirikuta, y también en el presente, las peregrinaciones religiosas como las que tienen lugar en este lugar durante el mes de octubre, que aunque parecen de menor intensidad, cumplen cabalmente con el proceso general del ritual.

La antropóloga Erika Bourguignon[1], describe que la finalidad de estas prácticas es alcanzar un estado de esperanza reforzada, un sentimiento de liberación y de euforia. Apunta además que la particularidad de estos procesos de búsqueda es que son personales, pero se alcanzan en un marco grupal que contribuye a generar una atmósfera mística. Posteriormente, estas experiencias se recuerdan con satisfacción, lo que impulsa a su repetición periódica.

La esperanza reforzada que menciona Bourguignon, no parece otra cosa que lo que conocemos como “fe”. Este estado emocional es provocado y exaltado, en este caso, por una actividad extenuante como caminar cuarenta o cincuenta kilómetros, muchas de las veces en un solo día.

Esta especie de retiro que se vive en muchos lugares del país, sin duda contribuye en alguna medida a reducir las tendencias estresantes de la vida, porque la actitud de los peregrinos gira generalmente en torno a sentimientos como el agradecimiento, el optimismo y la esperanza, que comprobado está, tienen beneficios sutiles pero importantes para la salud. Por ejemplo, Goleman[2] menciona, basándose en estudios de pacientes enfermos de cáncer realizados en Estados Unidos de América, que la gente que tiene actitudes positivas es más capaz de resistir estas circunstancias difíciles.

La actividad pues, es justificable en el ámbito psicológico y físico del individuo, al mismo nivel quizás que la meditación, el yoga o el ejercicio aeróbico como formas de controlar o fomentar ciertas emociones. Es probable que al menos en parte, por ello sigan  vigentes en el espectro cultural mexicano.

Ahora bien, no podemos ignorar que este elemento cultural convertido en tradición, roza en la actualidad de manera importante con la temeridad, puesto que se realiza sobre una carretera federal, con mínimos controles de seguridad y con frecuencia por la noche.

Sorprende que aunque se acondicionen espacios a un costado de la carretera, la gente a menudo prefiere transitar sobre ella. Sorprende también la presencia de bebés en brazos, infantes en carriolas, niños y adultos mayores.

De los adultos se entiende la necesidad de emprender dicha travesía, a pesar de conocer el riesgo que existe, pero lo que me parece una verdadera irresponsabilidad ocasional de la fe es arriesgar a los niños en estas odiseas, dado que evidentemente ellos no toman esas decisiones, ni están en condiciones de tomarlas.

Es importante concientizarnos en estos aspectos. No nos vaya pasar lo que pasó hace no mucho en el municipio de Mazapil, donde en un infortunado accidente murieron al menos veinte peregrinos y entre ellos, un niño de cuatro años. ¿Usted cree que él debió en principio estar en esa peregrinación?

Imagen tomada de NTR Zacatecas.

Bibliografía:

[1] En Aldous Huxley et. al, “La Experiencia Mística y los estados de conciencia”, Kairós, Barcelona, España. 1972.

[2] En Daniel Goleman, “La inteligencia emocional”, Vergara, México D.F., 2000.